Y es como si en el jardín entrase aquella que
bien había debido soñar lo que podría ser,
esa mirada, ese dios simple, sin memoria
del sepulcro, sin otro pensamiento que la dicha,
sin otro porvenir
que su disolución en el azul del mundo.
"No me toques, no", le diría él,
pero hasta el decir no sería luminoso.
Yves Bonnefoy. Noli me tangere
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