miércoles, 13 de noviembre de 2019
El misterio de la primera realidad
Junto a la Deidad trascendente que no puede ser representada, ni pensada, como Jehová o como el motor inmóvil de Aristóteles, colocamos a un Dios que muere y resucita, y es este Dios, esta Persona del Dios Único, lo que nos permite exclamar triunfalmente, con San Pablo: “Oh muerte, ¿dónde está tu aguijón? Oh tumba ¿dónde está tu victoria?” (I Co. XV. 55) y declarar entonces que no se trata de dos dioses sino de uno. Pensamos en Dios como trascendental e inmóvil, o como inmanente y vita, y entonces decimos que sus distintas personas no constituyen más que un Dios. Admitimos que no podemos explicar el misterio de la Trinidad; pero añadimos, para el escéptico, que el misterio de la Divinidad no es más misterioso que el de la primera realidad que se presente ante los ojos.
Ramiro de Maeztu. La crisis del humanismo
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