lunes, 7 de octubre de 2019
El orgullo
Tienen ustedes que saber que entonces yo era incrédulo, y además estaba inconmensurablemente orgulloso de mi incredulidad. Me parecía muy inteligente que, a pesar de mis pocos años, creyera saber ya que el cielo estaba hecho de aire azul y no había en él ni ángeles ni Dios. Y, aunque sentía la necesidad de creer en Dios y en los ángeles, y aunque en realidad me daba mucha pena tener que ver tan solo aire azul en el cielo y ciego azar en todos los acontecimientos de la tierra, no podía renunciar a mi arrogante sabiduría ni al orgullo que me proporcionaba. Hasta tal punto que, pese a mi nostalgia de rezar a Dios, me veía obligado por así decirlo a rezarme a mi.
Joseph Roth. Confesión de un asesino
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