"El arte que trasciende, que ayuda a ver y encontrar al otro, que es expresión de la tradición y de la renovación de la fe y de belleza". Benedicto XVI
martes, 20 de agosto de 2024
La liturgia
La liturgia -como la poesía- es esplendor gratuito, derroche delicado, más necesaria que aquello que es útil. Se rige por formas y ritmos armoniosos que, inspirados en la creación, la superan en éxtasis. En realidad, la poesía siempre ha mirado a la liturgia como su signo ideal, y parece inevitable que, al decaer la poesía de visión a crónica, también la liturgia sufra menoscabo. Lo sagrado siempre ha sufrido con la degradación de lo profano. La liturgia cristiana tiene quizás su raíz en el vaso de nardo precioso que María Magdalena derramó sobre la cabeza y los pies del Redentor en casa de Simón el Leproso, la víspera de la Cena. Parece que el Maestro se enamoró de aquel derroche encantador. No sólo lo contrapuso a la sombría filantropía de Judas que, muy típicamente, reclamaba su costo para darlo a los pobres: ‘Siempre tendréis a los pobres, pero no siempre me tendréis a mí’ –palabras terribles que previenen al hombre contra el peligro de las distracciones honradas: Dios no está siempre ahí y no permanece mucho tiempo, y cuando está no tolera otro pensamiento, ni otra solicitud que Él mismo».
Me llamaste y tu grito laceró mi sordera; brillaste y tu esplendor disipó mi ceguera ; difundiste tu fragancia y respiré corriendo tras de ti; te conocí y me dejaste con hambre y sed; me tocaste y ardo en el deseo de tu paz.
San Agustín. Confesiones Lib X,27,38
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