¡Dios misericordioso! Tú preparas
Guía infalible a los falibles juicios.
Mi descuidada juventud anhelos
Vanos alimentó. Mi edad madura
Por falsos resplandores fascinada,
Corrió tras ellos. Cuando huyó el señuelo,
Mi espíritu soberbio, de sí mismo
Sacó ilusiones para nuevo engaño.
Tal fue, tal es mi natural vicioso;
¡Tuya la gloria, la vergüenza mía!
Mas cesaron las dudas; y ya sólo
Consagrar debo a la virtud mis fuerzas.
Jhon Dryden. La Fe Católica
No hay comentarios:
Publicar un comentario