A quien le es dado en tal angustia abrir su corazón en vez de cerrarse, acepta en su corazón los medios de salvación.
Quien abre su corazón a Dios, así, en arrepentida confesión, se abre también a los otros. Pierde, con ello su dignidad de hombre reconocido haciéndose, por tanto, como un niño.
Ludwig Wittgenstein. Aforismos.
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