El arte de leer a placer, con distancia, con conocimiento de causa y con criterio, que antes respondía al esfuerzo y al celo del escritor con una presencia y una paciencia de la misma calidad, se pierde: está perdido. Un lector de antaño, instruido desde la niñez por un Tácito y un Tucídides llenos de obstáculos, en no devorar ni adivinar la línea; en no huir de la frase y de la página, después de rozar el sentido, prometía a los autores un interlocutor para el que valdría la pena que se pesaran los términos y que se organizase la jerarquía de los componentes de una idea. La política y las novelas han erradicado a este lector. La persecución del efecto inmediato y de la diversión urgente ha eliminado del discurso toda búsqueda de un sentido, y de la lectura, esa lentitud intensa de la mirada.
Paul Valéry. Je disais quelquefois a Stéphane Mallarme.
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